domingo, 5 de febrero de 2012

Por la libertad de las ideas

Foto: Especial

(Publicado en Laberinto, Milenio)

Alicia Quiñones

En la redacción de El Sol de Chilpancingo, la mañana del 20 de junio de 2011 transcurría con aparente normalidad. Editores, redactores y reporteros preparaban la información: sucesos locales, nacionales, nota roja, columnas de opinión. Estaban a punto de enviar a imprenta la edición vespertina cuando un comando armado irrumpió en las instalaciones del diario para impedirles que publicaran un narcomensaje atribuido a La Familia Michoacana.

En la madrugada del pasado 6 de noviembre, un grupo armado de al menos diez individuos incendió las instalaciones del periódico El Buen Tono en Córdoba, Veracruz, para que dejara de circular. Diez días más tarde, unos hombres incendiaron un auto frente al periódico El Siglo de Torreón y dispararon contra su edificio.

Los hechos intimidatorios que ha vivido la prensa mexicana en los últimos años son numerosos e incluyen secuestros y asesinatos. En Tamaulipas, uno de los casos más conocidos es el de María Elizabeth Macías, quien pretendió burlar la censura del crimen organizado a través de las redes sociales y mediante el seudónimo “La Nena de Nuevo Laredo”. Todo fue inútil. La encontraron degollada.

El 27 de octubre de 2011, la asociación Artículo 19 presentó ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos un informe sobre la violencia contra periodistas en México. Daba cuenta de que del año 2003 al 2011 se registraron mil 196 agresiones contra periodistas, y que de 2000 a 2011, organizaciones criminales asesinaron a 67. Casi dos meses después, el 19 de diciembre, la organización internacional Campaña Emblema Prensa, señaló en su informe de 2011 que México, por segundo año consecutivo, fue el más peligroso para ejercer el periodismo, seguido por Pakistán, Irak y Libia. Para la ONU, es simplemente el más riesgoso en América Latina.

Este estado de cosas, que por momentos parece agravarse, impulsó al PEN Internacional —la asociación más antigua de defensa de los derechos humanos— a solidarizarse con los periodistas mexicanos y con el PEN México —presidido por la escritora Jennifer Clement— para organizar una reunión el próximo domingo en Casa Lamm, en la que, por primera vez en 90 años, estarán doce integrantes de la dirección ejecutiva, además de los representantes de los siete centros PEN en Norteamérica: dos de Canadá, dos de Estados Unidos y tres de México (Distrito Federal, Guadalajara y San Miguel de Allende).

Las iniciativas a favor de la libertad de la palabra y las ideas comenzaron en octubre de 2010 en Nueva York, cuando el PEN American Center, con la contribución del PEN México, llamó a un grupo de periodistas y escritores mexicanos y estadunidenses a manifestarse contra la censura impuesta por la violencia. El encuentro —que será parte de un documental de Juan Carlos de Llaca— contará con la presencia de 50 escritores y periodistas y fue precedido por una carta, publicada ayer en diversos medios y firmada por 120 escritores, que dice:

A los periodistas y escritores de México,

Nosotros, escritores de todo el mundo, los respaldamos a ustedes y a todos los ciudadanos de México que claman por que las matanzas, la impunidad y la intimidación se detengan.

Estas violaciones nos disminuyen a todos, amenazan los derechos de los ciudadanos de México e impiden vivir una vida segura y libre de censura.

Ustedes tienen el derecho absoluto a la vida y el derecho a ejercer su profesión sin temor.

Respetar y proteger los derechos de todos los ciudadanos es una obligación del gobierno mexicano. Hacemos un llamado a este gobierno para que esclarezca los crímenes, persiga y encarcele a todos aquellos que han silenciado a sus colegas y que ahora intentan silenciarlos a ustedes. Honramos su coraje y exigimos esto en nombre de una humanidad común.

Por estas razones nos unimos a la protesta que reunirá a periodistas y escritores de México y del mundo el 29 de enero a las 12:00 PM en la Casa Lamm, Álvaro Obregón 99, colonia Roma, Ciudad de México, evento organizado por PEN México y PEN Internacional.

Los autores que avalan el desplegado apuestan por la libertad total en la literatura y, en el caso de algunos, en el ejercicio periodístico. Entre otros, los nombres que se dan cita en él son los de Orhan Pamuk, Martin Amis, Chinua Achebe, Margaret Atwood, Jonathan Franzen, Antonio Gamoneda, Mempo Gardinelli, Nadine Gordimer, Paul Auster, Gioconda Belli, Nicole Brossard, J. M. Coetzee, Leonard Cohen (quien por primera vez firma una carta pública), Billy Collins, Douglas Coupland, Don DeLillo, Peter Englund (secretario permanente de la Academia Sueca), Toni Morrison, Michael Ondaatje, Ricardo Piglia, Derek Walcott, Mario Vargas Llosa, Michel Tremblay y Salman Rushdie.

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La historia del PEN Internacional (cuyas siglas significaban en un principio Poetas, Ensayistas y Novelistas, para luego sumar a dramaturgos, periodistas y editores) gira en torno a los grandes acontecimientos del mundo; de las guerras y de los sistemas políticos represivos.

Todo comenzó con un objetivo en apariencia sencillo y motivador para el mundo intelectual de la década de 1920 en Londres: promover la literatura y conformar un sitio que uniera a los escritores después de la barbarie causada por la I Guerra Mundial. Fue idea de la poeta, dramaturga y activista Catharine Amy Dawson-Scott, quien ofrecía su casa para que los escritores intercambiaran puntos de vista. Eran cenas en las que se comentaban las circunstancias sociales y políticas que rodeaban el mundo de la literatura, del hombre y su cotidianidad. Por eso, uno de sus primeros estatutos dispone que “La literatura no conoce fronteras y debe mantenerse como una divisa común entre los pueblos, a pesar de las convulsiones internacionales o políticas”.

Una noche, la señora Dawson-Scott invitó al que daría inicio formal a lo que hoy conocemos como PEN Internacional: John Galsworthy (Nobel de Literatura en 1932). Como primer presidente, impulsó la inmediata apertura del centro en once países y emitió la primera petición a diferentes gobiernos en el mundo en relación a los prisioneros religiosos y políticos.

La primera gran prueba para la lucha por la libertad de expresión ocurrió en 1926, cuando los entonces jóvenes Bertolt Brecht, Alfred Döblin, Robert Musil y Ernst Toller reclamaron la falta de compromiso de la política del PEN frente a la situación alemana, cada vez más cercana a la ideología nazi.

Los años pasaban y las dictaduras se fortalecían. Galsworthy murió. El novelista británico H. G. Wells se convirtió en el segundo presidente del PEN y dirigió una campaña en contra de la quema de libros perpetrada por los nazis en Alemania. La sede del PEN terminó por fracasar ante la presión política y la censura. Musil, Toller y Brecht huyeron de Alemania.

Fue hasta los años posteriores a la guerra que el PEN terminó por sentar sus bases y acciones contra los actos de censura.

En la década de 1960, cuando Arthur Miller presidía el PEN, se creó una comisión para liberar al dramaturgo Wole Soyinka, preso en Nigeria acusado de conspiración y condenado al patíbulo.

Uno de los casos más sonados en la década de 1980 fue el del escritor de origen indio Salman Rushdie. El gobierno iraní emitió una fatwa —equivalente a ponerle precio a su cabeza—, tras argüir que su novela Los versos satánicos ofendía al Profeta. Más reciente ha sido el caso del escritor estadunidense Hrank Dink, quien fue baleado en Estambul por “insultar a la identidad turca”. En la actualidad, el Comité concentra sus esfuerzos en la situación que padecen entre 700 y 900 escritores presos.

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Mientras Brecht y Musil buscaban un compromiso político y la defensa de los escritores y los libros en Alemania, en México, el 31 de mayo de 1924, Alfonso Reyes leía la carta con la que se iniciaron las actividades del PEN en la Ciudad de México. En misión diplomática, Reyes conoció en Francia sus iniciativas, a las que no dudó en agregarse. Su amigo —periodista y escritor— Genaro Estrada, quien pertenecía, como él, al Servicio Exterior Mexicano, tomó la batuta y se convirtió en el primer dirigente.

Reyes regresaba de Europa para encontrarse con un país devastado por la Revolución. Quizá fue esa devastación la que animó su deseo de fundar el PEN Club de México. Como miembro de una organización que prometía ser una cofradía de inteligencias, escribió “Salutación al PEN Club de México”

No sólo la cordialidad entre los pueblos —cosa vaga, ente abstracto con quienes nunca nos confrontamos de hecho, por lo cual esta cuestión no supone un problema en la conducta—, sino la cordialidad entre los hombres, la de todos los días. No quiere esto decir que haya que pasarse la vida entre abrazos efusivos. El do de pecho no es, para la voz, la mejor escuela. Basta el registro medio, equilibrado, de la buena voluntad. De la buena voluntad... y del buen humor, amigos míos. (...)

El PEN Club (...) va a prestarnos utilísima ayuda en la guerra santa contra la incomprensión, que es la fuente de la discordia. (…)

Para lo extraordinario y heroico, no sé por qué se me figura que todos estamos un poco capacitados; y más en esta brava tierra, donde somos mejores para pelear y morir que para mantener la armonía con el vecino durante quince días seguidos.

Para esta cofradía y para la labor de promoción literaria que había recibido en encomienda, Estrada creó La pajarita de papel —a decir de Reyes, que “vuela y cruza el mar, anda los continentes y crea la comunicación inalámbrica entre las literaturas”—, un boletín en el que publicaban periódicamente los primeros integrantes del PEN México: Julio Torri, Jaime Torres Bodet, José Juan Tablada, Daniel Cossío Villegas... Así fueron los inicios mexicanos: una especie de tertulia cuyas tareas se fundamentaban en la defensa del libre pensamiento, y que apostaba primeramente por la difusión de la palabra.

Pocos años después, luego de ser presidido por Francisco Monterde, el PEN dejó de existir en México. No fue sino hasta 1951 cuando José Luis Martínez retomó el proyecto. Desde entonces no ha dejado de operar como un organismo que vela por la libertad de expresión en todas las formas de escritura. El poeta Homero Aridjis ha sido el único mexicano en dirigir el PEN Internacional y en nuestro país han estado al frente de la asociación escritores del prestigio de Octavio Paz, Gabriel Zaid, Elena Poniatowska, Ramón Xirau, Julieta Campos y Eduardo Lizalde. Ahora, bajo la presidencia de Jennifer Clement, en un clima de violencia y represión a cargo del crimen organizado y algunos gobiernos estatales, cobra nueva sentido.
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1 Obras completas, tomo IV, Fce, Letras mexicanas, México, 1995, pp. 434435

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