Desafortunadamente nuestro país es un negocio regido por monopolios. Los grandes magnates del país controlan todos los puntos estratégicos del poder y desarrollo de México: política, economía, comercio, educación y, principalmente, comunicación. A pesar de que México cuenta con una red de medios de comunicación relativamente amplia y, en cierta medida, tecnológicamente avanzada; la función de nuestros medios está controlada por el sistema político económico, volviéndose un mero producto del desarrollo tecnológico y, por consecuencia, del poder de unos cuantos.
Si nos remontamos a los orígenes del poder político económico y su relación con los medios de comunicación, podríamos decir que, la propagación de los medios de difusión electrónicos se inició cuando México no había conciencia de su significado; generando así que los gobiernos como tal dejaran en manos privadas el vehículo más importante de comunicación social.
En la década de los sesenta, la radio y la televisión exploraban ya el campo de la tecnología avanzada, pero se limitaban sólo a la transmisión directa de sucesos deportivos, algunos espectáculos y contadas ceremonias de trascendencia política. Las barras de noticias en la radio y en la televisión se nutrían de los propios periódicos. Sólo pocas radioemisoras contrataban servicios de agencias informativas y mantenían poco contacto con las fuentes nacionales e información.
Durante el régimen de Díaz Ordaz comienzan a vislumbrarse los signos del agotamiento del modelo de industrialización por sustitución de importaciones, el Estado mismo, al verse en una crisis de hegemonía y legitimad, comienza a intentar participar nuevamente en los medios, especialmente en la radio y televisión, lo que preparará el terreno para los cambios importantes en el sexenio echeverrista en materia de legislación y comunicación social.