Todos podemos ser asesinos: Daniel Giménez Cacho

Daniel Giménez Cacho lleva a escena la obra "Misericordia", protagonizada por ocho mujeres que caminan juntas en la Caravana por la Paz

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jueves, 19 de julio de 2012

TODOS PODEMOS SER ASESINOS: DANIEL GIMÉNEZ CACHO

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Ira Franco
Fuente: Domingo, El Universal

Daniel Giménez Cacho me ofrece la mano y dice "Daniel", como si hiciera falta. Han pasado veinte años de que lo conozco y esta será la primera vez que hable con él. Vengo a entrevistarlo no como actor, sino como director de la reciente puesta en escena Misericordia, un texto del dramaturgo tijuanense Hugo Alfredo Hinojosa. Se trata de una obra enmarcada en el teatro social, protagonizada por ocho mujeres que caminan juntas en la Caravana por la Paz, organizada por el poeta Javier Sicilia: todas han perdido a un ser querido en las trincheras de la lucha contra el narcotráfico en este país.

Desesperadas de buscar sin encontrar, las mamás y las novias de los desaparecidos van descendiendo poco a poco hacia el abismo de los significados, menos políticos y más universales: ¿Qué es ser víctima o victimario? ¿Qué se hace con el sufrimiento? ¿A qué nivel nos eleva o nos hunde?

Antes de hablar de la obra, Daniel se presenta con esas manos que podrían contar con cada peca y con cada línea remarcada la historia de la vida cultural de este país en los últimos veinticinco años. No sé si empezar con una confesión: "Daniel, te tengo un poco de miedo, te he visto destrozar tantas veces a alguien con una mirada furtiva". En 2010, sin ir más lejos, fue el Capitán Ramírez en El Infierno de Luis Estrada, un personaje-metáfora de la desquiciada realidad mexicana; el representante del gobierno coludido con la mafia o el representante de la mafia gobernante coludida con el verdadero gobierno, qué sé yo… Lo cierto es que nadie en el cine mexicano tiene una sonrisa tan diabólica como Daniel, y al verlo bajar las escaleras de la tarima del teatro donde lo entrevisto, revive en mí esa sensación de sutil malignidad. Me quedo con mis pensamientos y le hago la primera pregunta:

—¿Misericordia es una obra política, con agenda definida?
—La obra no tiene una trama lineal ni precisa, pero sí te vas a encontrar con personajes que pertenecen a una Caravana por la Paz, haciendo una clara alusión al Movimiento por la Paz, pero tiene mucha libertad para entrar a terrenos de sueño o más inconscientes, es una obra que se atreve a hablar de cosas más delicadas: qué puede pasar cuando a ti te asesinan a tu pareja o a un hijo. Es un teatro directo, simple, que sucede allí. En este caso las actrices no salen de escena, todo lo que sucede descansa sobre su trabajo, sin escenografías complicadas. La dificultad aquí viene del tema doloroso y que la sociedad ha encontrado muchos mecanismos de defensa contra el dolor, contra la desgracia ajena… No tenemos la pretensión de que el teatro va a cambiar la realidad pero sí puede fomentar debate —me responde.

Misericordia es una obra de la Compañía Nacional de Teatro que se estrenó hace tres días en el Teatro Casa de la Paz, de la colonia Roma. Con la voz cantante de Julieta Egurrola —desde hace años identificada con causas políticas— las ocho actrices se propusieron llevar a escena el lamento de un país que se manifestó en su forma más aguda en aquella caravana organizada por el poeta Javier Sicilia, luego de que su hijo fue asesinado en abril de 2011: una de las 60 mil víctimas de la violencia durante los últimos seis años.

—¿Cómo fue trabajar como único hombre con ocho mujeres?
—Trabajar con ocho mujeres definitivamente cambia la atmósfera de un teatro, pero eso se parece mucho a lo que ocurre realmente en el Movimiento, donde hay hombres que están más cerca de su lado femenino. Es natural, cuando hablas de tragedias y amor a la vida, pues la madre es la que da la vida y ese punto de vista es muy importante. A mí siempre me ha gustado mucho, desde que nací tengo un hermano, pero sobre todo cuatro hermanas. Mis inicios en el teatro fueron por una mujer, salvo Juan José Gurrola que fue mi maestro. Llegué al teatro por una mujer. Me gusta, la verdad.


***

Teresa Rábago es una de estas ocho mujeres que ha estado bajo la batuta de Daniel Giménez Cacho en Misericordia. Y sobre su papel en la obra, ella me cuenta:

—No es la ausencia de la que tiene un hijo muerto, sino la posible presencia. Es un estado límite permanente, es Medea. Que seamos todas mujeres tiene todo que ver desde las suplicantes de Eurípides, desde las Madres de Plaza de Mayo. Son los hijos que han matado. Recuerdo que lo leí hincada (el guión), admirada por la capacidad de alguien que transforma su dolor en hechos creativos, como Javier Sicilia, por ejemplo. Admiro la trasmutación del dolor —me dice Teresa, integrante de la Compañía Nacional de Teatro y actriz en la película El lenguaje de los machetes, del director Kyzza Terrazas.

—¿Cuál es la consigna de trabajar en esta obra?
—En este particular trabajo no me interesa actuar en un personaje creado al detalle sino tener la sensibilidad para que a través de mí se comunique lo que a la sociedad le importa, lo que los mexicanos necesitamos escuchar. Yo rezo todos los días antes de salir al ensayo para que esto no me pase, porque interpreto a una mujer con un hijo desaparecido, pero si me pasara, quisiera que alguien hablara de mí, que no me olvidaran, que se hiciera justicia —me cuenta la actriz.

Teresa Rábago dice que la idea de una obra que reflejara el dolor de las mujeres buscando a sus desaparecidos fue de Julieta Egurrola, quien lleva un buen rato en la dinámica de las caravanas; Egurrola quería manifestar desde la teatralidad lo que estaba ocurriendo en el país. Después, el director Luis de Tavira pensó en la convocatoria y le hizo la invitación a Daniel Giménez Cacho. Teresa Rábago me cuenta que cuando le entregaron las primeras líneas del texto tuvo un profundo miedo: "Como si fuera un pensamiento mágico, entrar en ese cauce de energías me invitaba a convocar un estado emocional muy fuerte. No es lo mismo ponerse leer en el periódico que ponerse en los zapatos de alguien que ha perdido a un hijo. Pero el teatro es para mí la única ventana de que la gente se asome y se sienta convocado".


***

Por alguna razón, a Daniel lo buscan sobre todo para los villanos. Hay algo extraño en prestar tu cuerpo para que te odien, le comento, pensando en los infames personajes políticos de El Infierno (Estrada, 2010) y en Colosio: El asesinato (Bolado, 2012). Hay algo muy poderoso en ser siempre 'el malo'. Y allí es cuando su voz se vuelve enérgica, allí es cuando sus ojos me taladran: "Todos podemos ser absolutamente todo", me dice. "El primer villano que hice me parecía imposible. Me parecía la cosa más lejana, hace mucho, Bandidos (Estrada, 1990). Imagínate, ¡matábamos niños! Yo nunca lo había hecho, tenía la idea de que yo era muy buena persona, pero la verdad es que basta con atreverse, basta con no juzgarse y dejar esas categorías morales y entrar dentro de uno mismo. Eso es actuar, así en la maldad como en cualquier otra cosa. Pero lo que más me sorprendió es darme cuenta de que todos traemos todas esas cosas dentro y lo vamos cancelando, te vas contando la historia de que tú eres simpático o buena onda, o celoso, o inteligente. Nos vamos construyendo y cerrando las puertas a lo otro, pero en realidad podemos ser cualquier cosa", analiza Giménez Cacho. 

Quizá es la voluntad de ser y no la capacidad. Daniel está hablando de elegir, de la responsabilidad de esa elección. Quizá está hablando de ser libre. "No puede ser que como actor te niegues puedas representar a Hitler por tu impedimento moral… pero sí puedes decidir no estar en cierto tipo de proyectos por el contenido y el mensaje que manden…yo no hubiera hecho una película como La Cristiada, por ejemplo (una cinta protagonizada por Andy García y que fue financiada por la fraternidad católica masculina Los Caballeros de Colón, dedicada a reivindicar fe católica en el mundo). Tienen que ser cosas que superen los pleitos políticos y que sean documentos que uno pueda ver al paso de los años y estés o no de acuerdo con ellos tengan un punto de vista que ilustra o amplia la visión, porque de lo contrario vas sembrando pura basura, proyectos de fulano que te pagó para pegarle a aquél".

Y es justamente lo que Daniel no hace. Sembrar basura. Tampoco se puede decir que la tiene fácil: lo suyo es sembrar dudas. En el teatro al menos, la mayoría de las obras en que participa contienen preguntas sin respuesta, momentos en que el espectador no sabe qué partido tomar.  Un gran ejemplo de esto es la puesta en escena de Macbeth que se exhibe todo este mes en el Teatro El Milagro—imperdible—, donde Daniel trabaja al lado de su espejo creativo, Laura Almela, en una propuesta de escenificación experimental, totalmente distinta a lo esperado para un clásico de Shakespeare. En ella, los actores alternan de personaje o mejor dicho se desdoblan en puntos clave de la trama, recordándonos que todos podemos ser villanos o presas del pánico con un ligero viraje de la circunstancia. En su Macbeth, Laura y Daniel no usan ningún tipo de vestuario de época ni tienen grandes escenografías. Es un tipo de teatro contemporáneo que suele ser un poco exigente para el espectador, pero el único que saca el verdadero jugo al lenguaje teatral: "No hay escenografías, no hay personajes, pero al cabo de un rato empiezas a entender un cierto punto de vista del que te lo está contando. Me gusta porque hace que el teatro se exprese en todo su esplendor. Aquí se pueden hacer cosas que sólo el teatro puede hacer…decir 'estoy en el castillo' y pum, estoy ahí. Y puedo decir 'estoy con mi mamá, no la veo, pero la siento' y la actriz puede estar allí y yo puedo no verla. Son instantáneas que no puede hacer ni el cine ni ningún otro medio. Eso es lo que más me gusta, aprovechar el lenguaje y no estar compitiendo, como obras que quieren crear la ilusión y que entre una gran pirámide y cambiar el escenario con un plato giratorio. Para eso mejor voy al cine y listo".

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El guionista de Misericordia es el dramaturgo Hugo Alfredo Hinojosa, ganador del Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo en 2009 (entre otros) y merecedor más recientemente de una beca de residencia en el Royal Court Theatre de Londres. Giménez Cacho dice que el guión de Misericordia le gustó desde el principio.

—¿Qué fue lo que te atrajo?
—Me gustó muchísimo, es un texto que se atreve. Hugo Alfredo (Hinojosa) es de Tijuana y ha estado en contacto con este tipo de experiencias; pero en realidad me gustó porque se atrevió a cuestionarnos qué es este sufrimiento, qué rol ocupa esto de ser víctima o victimario, cuando te toca la etiqueta de víctima ¿eres un santo? o ¿cómo se vive?

—¿Y qué descubriste allí? 
—Que lo que para unos tiene respuesta en Dios como salvación, para otros es la comprobación de que Dios no existe, porque si existiera no permitiría semejantes atrocidades. El sufrimiento nos eleva de nuestra condición cotidiana y nos enfrenta a este tipo de preguntas profundas del espíritu. Te sales de la media indiferente,  rebasada por el cotidiano. Hay muchas cosas aquí que no tienen respuesta porque se trata del problema ancestral: cómo se enfrenta el ser humano al sufrimiento.

—¿Qué pasa en estos terrenos de la realidad donde los sicarios son casi unos niños, donde los sicarios también podrían ser considerados víctimas?
—Por supuesto, es un tema que también introdujo Javier Sicilia: qué tanto todo el ejército de sicarios jovencitos son también víctimas de un sistema que no ha sabido darles un lugar. Es innegable que el modelo social deja de dar ofertas y no sólo económicas. Ahora están tan decadentes los valores de nuestra sociedad que es mucho más chingón traer un arma y una troca del año y tener este poder, porque se ha degradado lo otro. Atacar eso se me hace mucho más importante a través de educación, cultura, deporte y trabajo, por supuesto.

—Hablando de victimizar, después de todas estas personas en que te has convertido, todos estos puntos de vista que has visitado, ¿crees que una persona dogmática puede ser actor, alguien muy apegado a sus creencias? 
— Creo que no. Estudiando algo sobre la violencia he visto que nos ha hecho mucho daño categorizar al mal como una cosa que está pasando "allá", lejos. Pensar "ese es el malo que agarró una pistola y mató al otro, es un marciano y yo no tengo nada que ver con él". Mentira. Todos podemos ser asesinos, depende de la situación en la que estemos. Verlo así te ayuda a ver el fenómeno de otro modo y a poderlo modificar, no te quedas con el 'ese es puto' o 'ese es sicario'. Eses es un tema de esta obra, también".

Por su parte, el dramaturgo Hugo Alfredo Hinojosa explica que aunque Misericordia proviene de un movimiento político específico y del requerimiento de las ocho actrices que tenían como base un texto del propio Sicilia, su obra es completamente independiente y está más sustentada en la relación de estas mujeres con el sufrimiento dentro de este instante histórico.

—No creo en las víctimas. Creo en situaciones de destino, de vida, todos hemos sido victimizados y victimarios alguna vez en la vida. Una cosa que tiene la obra es que yo rescato muchas cosas personales de mi madre por ejemplo, el personaje de Carol Mastache es mi mamá, hablando de la muerte de mi papá, hablando de mí; se trataba de confrontarme con una realidad muy personal. No creo que haya gente ni mala ni buena: siempre he dicho, si mi papá estuviera vivo a lo mejor yo ya estaría muerto, porque entonces yo hubiera sido un junior, con mi Pickup y ahorita ya me hubieran matado; habría importado más la circunstancia que si somos buenos o malos en un sentido maniqueo. De hecho hay una escena que le gusta mucho a Daniel en que las víctimas hablan de sí mismas pero denostándose, es decir 'nos tuvo que pasar esto para reaccionar'. De pronto de ser víctimas, se convierten en unas parcas, en vírgenes oscuras. 

Si bien Hugo Alfredo trató de alejarse de la política, sí hay una escena en que se lanzan parlamentos para contextualizar el momento histórico y hasta se habla de un muerto real, con nombre y apellido: Nepomuceno Moreno. Pero la dinámica de la obra hasta ahora ha sido muy particular: el dramaturgo asiste a casi todos los ensayos (algo muy raro en el teatro) y no para entrometerse como vigilante, sino para aprender de esta experiencia orgánica que fue escribir a partir de la necesidad de las ocho actrices de contar algo. Para Hugo Alfredo, Daniel está apostando por una dirección que pretende poner la estocada a un público que ante tantas noticias quizás se encuentre adormecido, anestesiado. 


***

Una vida poniéndose otras pieles hacen su barba canosa tenga sentido, aunque Daniel Giménez Cacho sólo tenga 51 años. Su cuerpo es fuerte aún, su andar y sus manos vigorosos como en un muchacho. Es como si su rol de director necesitara un traje más sabio y Daniel se lo pusiera cómodamente. Le pregunto directamente si después de tantas vidas él aún sabe quién es: "Por eso empecé a actuar. A mí me gustaba esto del teatro para tener la posibilidad de escapar de quién era yo, al principio decía 'prefiero ser esto, aquello, actuar con guiones' porque es que la vida no tiene guiones, entonces…¡es una chinga! Hay que estar improvisando las 24 horas. Ahora ya no es tanto así. Me ha ayudado el paso del tiempo claro, pero lo más importante es que tú mismo vayas adquiriendo el conocimiento y te vuelvas quien eres realmente". 

En ese momento culmina la entrevista: Daniel tiene que ir a marcar una escena que no ha quedado, para estas fechas el estreno estaba a la vuelta de la esquina. Se despide de mí y me pregunta mi nombre de nuevo. Lo veo partir y pienso en él como en un larguísimo y viejo rollo fotográfico —de esos que ya nadie usa— que va revelándose (y rebelándose) muy lentamente, por medio de químicos de efecto pausado. Creo que me gustará estar allí para ver el resultado final.



IRA FRANCO es una periodista totalmente ciega a las ecuaciones (pero no al drama): pasó la materia de Cálculo Diferencial en la preparatoria cuando presentó, en lugar del examen extraordinario, una pequeña obra de teatro; su profesor, un barcazo, la aprobó. Sus reportajes e historias han aparecido en las revistas "Vuelo", "T+L México", "Expansión" y en el portal "CNN México". También tiene una columna de cine en la revista "Chilango"

domingo, 18 de marzo de 2012

Los narcos pushan el play

Julián Garza, compositor de corridos desde 1971, dice que los tiempos de este género terminaron por la inseguridad que impera en el país (FOTO: Archivo EL UNIVERSAL)


IGNACIO ALVARADO ÁLVAREZ
GUADALUPE, NUEVO LEÓN
Publicado en: DOMINGO, 18 DE MARZO DE 2012

Hace unos treinta años, los hermanos Luis y Julián Garza tocaban ante unas dos mil personas en un ejido llamado Amaro, en Doctor Arroyo, estado de Nuevo León. Súbitamente, dos hombres desenfundaron sus armas para agarrarse a balazos. La mala puntería o la borrachera de ambos los hizo salir ilesos, pero uno de los proyectiles dejó malherido a un niño de diez años. Julián Garza quiso suspender el baile, que congregaba a casi la tercera parte de los habitantes del municipio. Sin embargo, el policía que los contrató —"un hijo de la chingada bien mamado"— los obligó a continuar. "¡Aquí nadie le para, síganle cabrones que ya firmaron contrato!", les dijo. El legendario dueto de la música norteña no tuvo alternativa: tocaron hasta la madrugada con el menor desangrándose al lado del escenario, porque la madre los esperó para rogarles que la trasladaran junto con su hijo a cualquier ciudad próxima.

"Era un ejido tan pedorro que ni doctor tenía", recuerda Julián. Los músicos debían llegar temprano a Reynosa, donde tocarían la noche siguiente. Ninguno quiso tomar el riesgo de llevarse al niño, por miedo a que se les muriera en el trayecto. Optaron por darle dinero a la señora y salieron sin perder tiempo de aquel lugar. "Luis era muy tragón y me dijo al terminar el baile que buscáramos algo para cenar. ¡Qué chingados vamos a buscar! Vámonos antes que nos busque un cabrón de esos y nos ponga a tocar toda la semana con la pistola en la mano". Julián Garza había compuesto para entonces algunos clásicos del corrido como Las tres tumbas, Nomás las mujeres quedan y La venganza de María, que son la síntesis de sucesos criminales en los que el desagravio y el asesinato adquieren connotación heroica y subrayan el implacable temperamento de mujeres y hombres que no se andan por las ramas.

En los pueblitos del norte siempre ha corrido la sangre, sentencia Garza en Pistoleros famosos, del que Mario y Fernando Almada hicieron película. Ese ánimo violento volvió a Luis y Julián expertos en tirarse pecho tierra para esquivar las balas y en lidiar con matones que exigían la misma canción. Aquella violencia era parte del espectáculo y nunca los asustó al grado de pensar en el retiro. Por el contrario, los bailes les prodigaban dinero, mujeres e historias que inspiraban el material de discos que, en su caso, sirvieron a su vez para producir cuarenta largometrajes. Pero el ciclo de esa industria iba a terminar por una contradicción impensable no sólo para el dueto, sino para el resto de los músicos de su generación: una nueva era de violencia en la que narcotraficantes, caciques y autoridades dejaron de ser tolerantes para volverse una amenaza real.

Luis y Julián desaparecieron como dueto en 2003. Cada uno siguió con su carrera por separado. Julián, el mayor de los dos, compositor y cantante principal, había grabado años atrás una de sus piezas más representativas, Era cabrón el viejo, la historia ficticia de un sembrador de marihuana que se bate a tiros con militares después de ser delatado por su compadre. Se le ocurrió una mañana que vio bajar del cerro a un jinete, mientras caminaba por el jardín de su casa, que construyó en las orillas de Guadalupe. El cuento tiene un par de diálogos, y en el más decisivo de ellos dice: "Van a saber estos batos, quién es el viejo Paulino". Sus seguidores comenzaron a llamarlo así, el viejo Paulino. Algunas de sus letras más famosas son inventadas, asegura Julián. Otras son historias que le cuentan en los lugares donde ha tocado o que lee en la prensa, como el accidente que terminó con el arresto de Héctor Luis El Güero Palma Salazar. Tras ese corrido de mediados de los noventas subieron sus bonos en Jalisco, Nayarit, Sonora y Sinaloa. Es un hecho que tocó para muchos narcos de esas y otras entidades del país, pero prefiere no hablar de ello. Sólo cuenta de una tocada que pagó uno de los hermanos de Palma Salazar. "No te metas con el narco porque no sabes cómo te puede ir. Mejor agarra los temas del campo, tragedias que suceden en los pueblos, en los ranchos", sentencia Julián mientras bebe agua y se reclina en el sillón ejecutivo que tiene en un amplio privado dentro de su misma residencia, con libreros de madera empotrada, equipales para las visitas y paredes tapizadas con fotografías y afiches de sus películas en los que invariablemente hay cuernos de chivo, sujetos con sombrero o carros estallando en llamas.

Son la referencia a una época en la que, dice Julián, se exaltaba la valentía de las mujeres o lo bragado de los hombres, no al traficante en sí. "Cuando me inicié como compositor (1971) salió el corrido de Chito Cano y yo dije: 'tengo qué hacer un corrido mejor que ese'. Claro que nunca lo logré, pero lo intenté", ejemplifica entre tosidos. Esa noche está en pijamas y se protege del frío con una bata de lana gruesa. Por el pecho asoma un parche de gasa. Está enfermo. Lleva meses en tratamiento por un incipiente cáncer de médula que ya casi destierra, dice que toma veneno de alacrán azul que compra en Cuba. En 2010 murió su hermano Luis, quien era diabético. A sus 78 años Julián se ve fuerte, con su 1.85 de estatura y más de cien kilos de peso. Sin embargo, decidió dejar la música a un lado. En diciembre ofreció el que asegura fue su último concierto y hace dos años que no escribe una sola palabra. El amo del corrido dice que los tiempos para ello terminaron por la inseguridad. "Yo ya no manejo en tu colchón. Si no le agrada a un cabrón de esos lo que hiciste… No, ya ves cómo anda el agua. Así que ya no me meto".

Golpes al corrido

En junio de 2010 uno de sus grandes amigos, Sergio Vega, El Shaka, fue asesinado por hombres armados que lo interceptaron de noche en la carretera federal México-Nogales. Se dirigía a un concierto. Conducía su camioneta Cadillac en pijamas, en compañía de otra persona que pudo escapar perdiéndose en la oscuridad. Casi un año antes, en septiembre de 2009, Vega había sido detenido por agentes federales. Lo llevaron de Monterrey al Distrito Federal en un avión para interrogarlo en las oficinas centrales de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada. Las autoridades querían saber si estaba relacionado con cuatro presuntos miembros del cártel del Golfo, sorprendidos por militares en un privado del Far West Rodeo, donde el cantante ofrecía un concierto.

Vega adoptó el sobrenombre de Shaka por un jefe tribal Zulú que consolidó la fuerza guerrera más poderosa del África de comienzos del siglo XIX. Por alguna razón se identificó con ese líder poderoso y desafiante. Lo cierto es que desde el arresto (del que fue liberado a las pocas horas) vivió atemorizado. Julián Garza fue testigo de la tensión que lo envolvió esa última etapa de su vida. "Un día estábamos en un evento y le mandé hablar y no vino, no llegó —cuenta—. Volví a llamarlo: ¿Qué pasó Sergio?, ya iba a ir a buscarte. Y él (contestó): Tengo miedo. Por teléfono me están acalambrando. A cada rato me dicen: tú sigues. Así me traen. Tengo mucho miedo, por eso no fui". A los 40 años que tenía al morir, Vega era uno de los cantantes de música norteña más solicitados, sobre todo en el noroeste. Había alcanzado éxito en Estados Unidos, país al que se le tenía prohibido ingresar. Por eso no se refugió allá, como han hecho muchos otros músicos de renombre envueltos en escándalos criminales, como Ramón Ayala o Lupe Tijerina, el cofundador de Los Cadetes de Linares. Ambos fueron detenidos por infantes de Marina que irrumpieron a tiros en una fiesta organizada en Tepoztlán por Édgar Valdez Villareal, el rubio ojoazul al que apodan La Barbie, en diciembre de 2009.

La PGR sacó a relucir que tanto Ayala como Tijerina, así como otras leyendas de la música norteña, solían amenizar para narcotraficantes como Arturo Beltrán Leyva, quien se hacía llamar el jefe de jefes. Beltrán fue abatido por infantes de Marina en Cuernavaca pocos días después de la fiesta en Tepoztlán. Las autoridades buscaron abrir juicio a los músicos, acusándolos de pertenecer a la organización del capo, pero debieron dejarlos en libertad al no acreditar dicha relación. La detención, como sea, abrió la grieta que terminaría por derrumbar esa industria musical.

Viejos y nuevos reyes de las norteñas

Ramón Ayala es, junto con Los Tigres del Norte, el hombre sobre el cuál se ha sostenido por décadas el negocio de la música norteña. Pero a diferencia de los hermanos Hernández, Ayala es respetado como músico y compositor. Al lado de Cornelio Reyna formó en la década de los sesenta uno de los duetos más influyentes del género, Los Relámpagos del Norte. Llevados de la mano de Servando Cano, entonces un aprendiz de promotor, sacaron la música del circuito de cantinas al que históricamente se le había confinado, y fueron los primeros en organizar presentaciones tumultuosas en las que por vez primera se cobraba.

Los Relámpagos se disolvieron al comenzar la década de los setenta. Cornelio emprendió una carrera fulgurante, que lo llevó a estelarizar películas junto con Vicente Fernández y Lorenzo de Monteclaro. Ellos eran los nuevos reyes de la música popular mexicana que impulsaba la televisión. Por su parte, Ramón Ayala formó Los Bravos del Norte y aunque más lento, terminó por consolidar una trayectoria más notable que la de su antiguo socio. Si bien al comienzo de la era de Los Bravos del Norte tocó algunos corridos de narcos, la fama le llegó por canciones sobre el desamor, como Tragos de amargo licor o Qué casualidad. Ayala es además el único norteño que ostenta un Récord Guiness: cincuenta estaciones de radio enlazadas en Estados Unidos para tocar su música durante setenta y dos horas ininterrumpidas. Conocido como El Rey del Acordeón, él y su grupo eran los que más fechas cubrían tanto en México como en Estados Unidos, con un promedio de cinco presentaciones semanales. Lo mismo que Luis y Julián, Los Bravos del Norte tocaban en casi cualquier ejido y pueblo. Fueron, en más de un sentido, el buque insignia en las traicioneras aguas de la escena nacional.

En diciembre de 2010, un año después de obtener su libertad, Ramón Ayala fue abordado por periodistas que lo buscaron en Hidalgo, Texas, la ciudad fronteriza con Reynosa, donde reside desde hace años. Les dijo que no pensaba en el retiro, si bien sus conciertos en México no volverían a realizarse. A cambio se encerraría en los estudios para grabar diez discos de un jalón, con la idea fija de dejar un legado musical mucho más amplio del que ya tiene. "Como pionero de la música norteña tengo bien definido que no me puedo retirar ni me retiraré de la música. Ni siquiera tengo permitido morirme arriba del escenario, porque si lo hiciera, el público me pediría que siga cantando", declaró. Ayala puede darse el lujo de no tocar en el país, igual que un selecto número de grupos. Esa ausencia, sin embargo, dejó a la deriva a todas las otras agrupaciones.

Nuevos géneros, nuevos narcos

"La música norteña está en un gran bache. Seguirá como referente cultural, desde luego, pero ahorita está en una grave crisis porque no hay un líder", dice sobre ello el promotor musical Roberto Morales. En su pequeña oficina de Remex Music, en el centro de San Nicolás de los Garza, Morales tiene sobre el escritorio un póster promocional de El Pelón del Microphone, uno de los máximos representantes de la música Tribal, una corriente urbana que fusiona tecno, norteño y algo de cumbia. Este año lanzaron Cumbia tribalera, el sencillo en el que se involucraron dos de las agrupaciones importantes de esa firma, Violento y Banda la Trakalosa. Morales sabe que la Tribal es moda pasajera, pero debió involucrar en ella a Violento, la única apuesta sólida de norteño que producen. La razón es simple: hay que montarse en otra ola mientras la violencia cesa y permite el regreso de los reyes del género. Algo que, para ser honestos, es poco probable. "La violencia llegó a transformar todo en este sentido: más que nada estas gentes son las que hacen ahora los eventos y a veces te contratan y te dicen: "Esto es lo que toca". Y hablo de bailes públicos. Entonces, aquí con nosotros y todos los representantes que hay, lo que hacemos es a veces no presentar al grupo o no hacer el evento". Por "estas gentes", Morales se refiere a los criminales, a los narcos y homicidas emergentes. Lo que básicamente pasó estos últimos años, es que los empresarios tradicionales en estados como Michoacán, Chihuahua, Durango, Tamaulipas o Guerrero, fueron desplazados por grupos delictivos. Eso es lo que hay detrás de homicidios como el de Valentín Elizalde, ocurrido en noviembre de 2006 en Reynosa. El hombre se negó a tocar en un concierto privado en Matamoros, y semanas más tarde aceptó contratarse como figura principal en el Palenque en la ciudad vecina. Si la negativa hubiera ocurrido con un empresario tradicional otra hubiera sido la suerte. Pero no fue así. Los nuevos narcos no perdonan. Es lo que dicen los promotores de Monterrey o San Nicolás. Entonces, agrega Morales, "por eso han bajado los conciertos y los bailes". El grupo más importante al que Remex Music promueve es Pesado, considerado el último gran representante de música norteña que opera en la actualidad. Pesado tocará la noche siguiente, viernes, en una fiesta privada en Reynosa. Su representante, Víctor Pérez, dice que la presentación es tan privada que no puede invitarse a nadie que no sea del conjunto. "Las cosas están que arden", resume el promotor.

Si Pesado quiere presentarse en un baile público en cualquier ciudad o pueblo de Tamaulipas, "estas gentes" exigen un pago de hasta cien mil pesos, dice Morales. Lo que ello provocó es que desde 2009 se ha cancelado el 30 por ciento de las presentaciones de los músicos que promueve o representa su casa editora. "También Michoacán está parado. Los que suelen tocar son grupos locales y si alguna agrupación va y se presenta, llega hasta Morelia, nada más. Y aún así la gente que está metida en esto, son quienes hacen los eventos. Ya no son los empresarios de antes. Ya ellos se metieron ahí y ellos son los que hacen las cosas".


Los herederos de Ayala

A unas cuadras de distancia, en el mismo centro de San Nicolás, la música proveniente de la parte trasera de una casa rompe la quietud del vecindario. Es el local de Promociones Artísticas Brisa Musical, y el conjunto que ensaya se llama Relampaguitos, en honor a Los Relámpagos del Norte, de Cornelio y Ramón. El vocalista tiene la misma tesitura que Cornelio y el acordeón suena igual al de Ramón. Para cualquiera que no sea conocedor, pasarían como los originales. Los cuatro miembros del grupo, dice César Herrera, el presidente de Brisa Musical, son la promesa, la banda con la que pretenden el resurgimiento de la industria. "Se ocupa renovar, porque creo que hay gente nueva que indiscutiblemente está captando lo que va saliendo; entonces puedes seguir con tu música norteña pero renovada", explica. Puede que tenga razón, pero los muchachos no han dejado el circuito de bodas y quince años. Es posible que la suerte les cambie cuando aparezca su primer disco y porque Herrera, aunque joven, es un connotado manejador de estrellas como Alicia Villarreal, El Poder del Norte y Celso Piña. Aunque no todo es cuestión de malas o buenas copias de las leyendas musicales, o habilidad para vender como nuevo lo que no es. El problema principal radica en que los pilares de la industria están colapsando sin que nadie los supla, y en ese gran derrumbe pesa como nunca el crimen y la violencia. El miedo es la razón por la que muy pocos se aventuran en giras y los músicos nuevos no pueden, por lo tanto, hacerse de trayectoria. Se trabaja lo que se puede para sobrevivir porque, como dice Morales, de Remex Music, cualquier contrato entraña grandes riesgos. "Uno pone las fechas, las giras, pero detrás de eso no sabes si la gente es buena o es mala", detalla César Herrera. "Entonces el artista va también con el pensamiento de si estando allí no pasará algo. Y esto afecta mucho, tanto a los artistas como a los empresarios".

Los músicos no siempre se sintieron amenazados. Hasta cierto punto puede decirse que era todo lo contrario, se sentían protegidos por los narcos. El escritor Guillermo Berrones rememora una anécdota que solía contarle Miguel Luna Franco, director musical del dueto El Palomo y El Gorrión, intérpretes de clásicos como Ingratos ojos míos y El Pávino návido. "El Gorrión había perdido un ojo desde niño, y alguna ocasión me contó que El Mayo Zambada, de quien era compadre, le ofreció pagarle una operación. Pero él nunca aceptó". En 1997, Luna Franco fue candidato a diputado por el PAN, pero la fama no le alcanzó para ganarla. Murió en agosto de 2010. Berrones, un erudito de la música norteña y compilador de las doscientas composiciones que comprende El viejo Paulino, poética popular de Julian Garza, habla de la relación que siempre han tenido agrupaciones como Ramón Ayala, Los Tigres del Norte, Los Cadetes de Linares, El Palomo y El Gorrión y el mismo Julián Garza con los personajes que a través de los años las autoridades señalan como capos. "Miguel solía contar que tocó una semana contratado por El Chapo, y también que cuando se estaba divorciando tocó por dos millones de pesos en una fiesta privada en Acapulco. Eso no es ningún secreto", dice el escritor. Todo ello se derrumbó en este sexenio. Y el arresto de Ramón Ayala y Lupe Tijerina fue la señal de que ese mundo se había transformado.

Noche de afición

El Pilos Bar está a reventar este miércoles: los aficionados a la música norteña suben al estrado a tocar o cantar. Aficionado, sin embargo, no es lo más correcto para llamar a los atrevidos, así sean hombres de corbata o jóvenes de tenis y camisetas guangas de basquetbolista. La mayoría son virtuosos del acordeón y el tololoche, o cantantes que entonan con maestría canciones de Los Alegres de Terán o Los Gorriones de Topochico. El Pilos es el último santuario para todos ellos que existe en el norte. Opera en el centro de Guadalupe desde 1955. En la década de los setenta solían presentarse Carlos y José por 900 pesos, Luis y Julián o Lalo Mora por 700. Lupillo Rivera lo eligió en 2007 para grabar el video del cover que hizo a Borracho y dos años más tarde, en medio del derrumbe, Pesado rentó el bar para grabar allí Desde la cantina, el disco que congregó a Eliseo Robles y Lorenzo de Monteclaro. Es el último bombazo de ventas que registra la industria. "Es una lástima lo que se afectó con tanta inseguridad, pero en verdad creo que la música norteña va a resurgir porque es parte de nuestra identidad, de nuestra cultura", dice Pilo Elizondo, el propietario del bar. Él mismo toca su acordeón. Fue pupilo de Ramón Ayala, con quien aparece en una de muchas fotografías y mantas que cuelgan de las paredes del local. Cuatro décadas atrás, el área metropolitana de Monterrey, igual que Nuevo Laredo, Reynosa, Matamoros o Torreón estaba llena de lugares como el Pilos Bar y cientos de músicos se aventuraban en ellas con la misma intensidad de los rockeros ingleses y norteamericanos en los pubs. "El punto es que ya no hay rockstars norteños", dice Julián Garza. "Y cuando no hay mucho talento sino imitadores, y con toda esta violencia… Pues así no: esto como que ya se acabó por un buen rato".



IGNACIO ALVARADO ha contado historias sobre violencia y otras dolencias sociales, quizá por eso ha moldeado sus gustos, sobre todo los musicales: desde Miguel y Miguel hasta Pink Floyd, y de Miles Davis a José Alfredo Jiménez

jueves, 8 de marzo de 2012

No necesitamos que a las compositoras nos agrupen por género: Marcela Rodríguez


Aunque en las décadas recientes la participación de las mujeres en el ámbito de la música de concierto en México se ha incrementado de manera notable, "falta aún mucho" para equilibrar las condiciones de igualdad en contraste con los hombres, sobre todo en la creación.

Así lo considera la compositora Marcela Rodríguez, quien subraya el escaso el número de partituras escritas por mujeres que figuran en los conciertos sinfónicos, recitales o cualquier otro tipo de presentación musical, realidad que, aclara, no es privativa del país.

“Todavía no existe equidad en lo que respecta a la programación de música escrita por mujeres, porque la tradición ha estado del lado masculino.

"A lo largo de la historia se tocan casi siempre de músicos hombres y, muy de forma incipiente, las escritas por compositoras", explica en entrevista.

"Llegará la época en la que esa situación se equilibre. Pero para eso falta mucho, porque han sido varios los siglos que los hombres han gobernado la mayoría de los ámbitos, entre ellos las artes. El mundo sigue con atraso, sigue habiendo mucho machismo."

Carlos Apellániz al piano

La charla con Marcela Rodríguez tiene lugar a propósito del estreno mundial de su segundo concierto para piano, el cual ocurrirá este fin de semana, a cargo del pianista Carlos Apellániz y la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM), como parte de su programa para celebrar el Día Internacional de la Mujer.

La agrupación capitalina tendrá como directora huésped a la venezolana-estadunidense Carmen Téllez e interpretará obras escritas por cinco compositoras mexicanas: El llamado de Shofar, de Georgina Derbez; Atanor, de Ana Lara; Recordaré, de Hilda Paredes, y el concierto Candela, de Gabriela Ortiz, además del mencionado concierto para piano.

Esa pieza, concluida por Marcela Rodríguez entre junio y julio de 2011, consta de un solo movimiento, aunque está dividida a la manera de una sonata y su duración aproximada es de 16 minutos.

Es una obra impetuosa –define su autora–, que comienza de manera apasionada, fuerte, luego presenta una parte lenta, a la que sigue un segmento muy rítmico y que concluye de manera espectacular, ascendente.

El piano, según cuenta la compositora, es su instrumento predilecto, aunque también representa "una de sus principales frustraciones", pues, no obstante que esde muy chica quiso ser pianista, debió estudiar guitarra, porque sus hermanos mayores se apropiaban siempre del único piano que tenían en casa.

Para Marcela Rodríguez es incómodo ser etiquetada por cuestiones de género, como asegura que sucede con las otras compositoras cuyas obras serán interpretadas por la OFCM este sábado y este domingo, a las 18 y 12:30 horas, en la sala Silvestre Revueltas del Centro Cultural Ollin Yoliztli.

“Como compositoras –afirma– hemos luchado por estar en la vida normal de la programación musical contemporánea y de las orquestas.”

Persistencia del machismo

Marcela Rodríguez señala que agrupar mujeres en torno de una actividad artística fue necesario en cierto momento, pero en la música ya no lo es: “México ya maduró en la cuestión de composición, en términos de igualdad de género, aunque sigue siendo un país profundamente machista.

"Las compositoras de México estamos a la altura o mejor que muchos hombres, y podemos participar en la vida normal de las orquestas, aunque falta equidad en lo que respecta la programación de obras."

La autora se incluye dentro de la generación a la que le tocó un cambio de concepción en cuanto la presencia y la participación de las mujeres en la música de concierto.

"Hay muchas instrumentistas, compositoras, maestras, cantantes de gran importancia en el país. Es algo normal, poco a poco se ha ido abriendo el mundo", agrega.

"Las mujeres de las generaciones que siguen sin duda consolidarán y llevarán la tendencia hacia otro punto. Sin embargo, tristemente el machismo es todavía un problema social y cultural, y como triste prueba de ello está el alto número de mujeres que son asesinadas en el país."

(Fuente: La Jornada)

Cortázar: seré cronopio hasta la muerte; lega "un río de afectos"


Buenos Aires, 7 de marzo. "Odio las cartas literarias, cuidadosamente preparadas, copiadas y vueltas a copiar; yo me siento a la máquina y dejo correr el vasto río de los pensamientos y los afectos", confiesa Julio Cortázar en su correspondencia, que se publicará en los próximos días en cinco volúmenes, con más de mil cartas inéditas.

El epistolario permite sentir de nuevo a Cortázar, "como si estuviera escribiendo en la mesa de al lado", a la vez que pone de manifiesto "la formidable coherencia entre vida y obra" del escritor argentino, apunta el editor y filólogo español Carles Álvarez Garriga. Los tomos 1, 2 y 3 salieron en febrero, en Argentina, y en abril aparecerán Cartas 4 y 5, con el periodo que abarca hasta 1984, año de su muerte en París.

En estas Cartas (Alfaguara) se restituyen fragmentos suprimidos en la primera edición (2000), a cargo de Aurora Bernárdez, albacea de Cortázar, con la colaboración de Gladis Yurkievich. Y como Cortázar guardó muy pocas copias de sus epístolas ("Hay que conocer muy mal a los cronopios para imaginar que guardan cartas"), se consultó a amigos, conocidos y especialistas si atesoraban páginas suyas.

La cifra es impactante: más de mil 800 misivas, telegramas y tarjetas postales forman la versión corregida y aumentada de la correspondencia de Cortázar por cuenta de Bernárdez, su primera mujer, y Álvarez Garriga, quienes ya editaron Papeles inesperados y Cartas a los Jonquières. En los próximos meses se publicarán las Cartas en otros países de Latinoamérica, y a España llegarán en mayo.

Humor e ironía

Estos textos del cronopio, que respiran humor e ironía, permiten reconstruir la gestación de algunas de sus obras cruciales como Historias de cronopios y de famas (1962) y Rayuela (1963), así como la consolidación del boom de la literatura latinoamericana, que lo tuvo entre sus protagonistas.

En las epístolas emerge su admiración por Carlos Fuentes y La región más transparente ("Con usted hay que tirarse a fondo, devolver golpe por golpe la paliza que nos pega a los lectores con cada página"), Gabriel García Márquez y Cien años de soledad (“En estos últimos años, no veo nada comparable a esa novela y a Paradiso de Lezama Lima en nuestras tierras”) y Octavio Paz ("uno de los hombres más inteligentes que he conocido entre los poetas").

Y a José Lezama Lima le escribe: "En estas islas a veces terribles en que vivimos metidos los sudamericanos (pues la Argentina, o México, son tan insulares como su Cuba) a veces es necesario venirse a vivir a Europa para descubrir por fin las voces hermanas". Y Cortázar vuelca sus esfuerzos en ayudar a las voces no consagradas, como por ejemplo un joven Mario Vargas Llosa.

A lo largo de cientos de páginas también manifiesta sus desvelos políticos, entre ellos su acercamiento a La Habana: "(...) si ya no fuera demasiado viejo para estas cosas, y no amara tanto a París, me volvería a Cuba para acompañar la revolución hasta el final", aseveraba en 1963.

Respecto de su patria, el escritor nacido en Bruselas en 1914 explica a mediados del 60: "Por ahora soy un argentino que anda lejos, que tiene que andar lejos para ver mejor". O con tono más duro: "nada ha cambiado básicamente desde que me fui del país, como no sean los nombres de los jugadores de futbol, los diputados nacionales y los precios de los trajes".

Del epistolario también surge el ser sensible que extraña a sus amigos: "Creo que la vida enseña a no equivocarse en materia de amistad. Los únicos errores son los geográficos, el absurdo de que unos tengamos que irnos a Francia mientras otros viven en el Uruguay o la Argentina". Que se ilusiona con las visitas de sus afectos a París y también lamenta sus silencios epistolares, aunque muchas veces se disculpe por no tener tiempo para responderles.

Muchas misivas están destinadas a sus editores, como su amigo Francisco Porrúa: "Me emociona mucho que usted lleve el afecto y el heroísmo hasta el punto de meter a los cronopios entre dos tapas de cartulina". El cuentista y novelista que corrige con minuciosidad también advierte: "Nada que me manden últimas pruebas, cuando no se puede tocar prácticamente una línea sin que el impresor haga una cirrosis hepática".

Cortázar describe en varias cartas sus andanzas como traductor de organismos internacionales por diversos rincones de Europa y Asia. Trabajo que le resulta sumamente aburrido, pero al que se ve obligado por cuestiones económicas.

Docente en Buenos Aires

Entre las epístolas inéditas que aparecerán hay un filoso Cortázar que dispara al danés Niels Blaedel: "...si tuviera que elegir mi peor editor del mundo, me temo que usted sería el elegido". Asimismo despide al recién fallecido poeta y traductor estadunidense Paul Blackburn, como "un amigo maravilloso, el primero y más maravilloso de los cronopios, a los que amaba y dio vida en inglés".

En 1982 manifiesta gran preocupación por su tercera mujer, Carol Dunlop: "Estoy viviendo un momento harto angustioso de mi vida, porque Carol está muy enferma y por el momento no hay ninguna certeza de que pueda superar una situación que se prolonga desde hace más de dos meses".

Antes de fijar su residencia en París, en 1951, el espigado escritor relata su paso como docente por pueblos de la provincia de Buenos Aires. "Siento que me rodea el vacío, que cualquier cosa es preferible a caer en ese pozo vegetativo que es un Chivilcoy, un Bolívar..." O aún más lapidario: "Los microbios, dentro de los tubos de ensayo, deben tener mayor número de inquietudes que los habitantes de Bolívar".

“I’ll die a cronopio yet (Seré cronopio hasta la muerte)”, pronosticaba Cortázar en 1965. A la luz de su epistolario y mientras los cronopios celebran este año medio siglo de su publicación, se confirma el vaticinio.

(Fuente: La Jornada)

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