jueves, 19 de julio de 2012

Agua de Azar - Magris es un río



Jorge F. Hernández


Fuente: Milenio 


Confieso que hay autores que me son como montañas, cuyas obras se van apilando en el estante de las lecturas pendientes como cimas que se podrían conquistar cualquier otro día que no sea hoy, y de preferencia, a partir de pasado mañana. Luego, confieso las largas semanas en que aclimato mi filiación con los libros de escritores selváticos o boscosos; hablo de novelistas tropicales que embelesan con sus adjetivos precisos y el juego de verbos como transpiración de una planta desconocida y hablo también de narradores cuyas tramas son nieve de tundra, páramos engarzados de bosques espesos que se leen siempre de lejos, y con un soplo helado de vaho en cada línea. Conozco poetas que son jardín, y cuentistas que se explayan como narraciones habladas en la caminata de un atardecer, bañados sus párrafos con la espuma de las olas mientras el que lee va dejando sus huellas en cada página como quien imprime las yemas de los dedos sobre arena ocre y húmeda que se hunde por sílabas.

Tengo en mente relatos que parecen acantilados, novelistas que clonan ciudades, cuentistas que llevan en el mapa de sus rostros un llano incendiado de historias tremendamente sencillas y cronistas del pretérito cuyos recuerdos conforman la cordillera de la Historia con mayúsculas o el apacible valle de la historia minúscula, no patria sino matria, la de querencias como sobremesas y largos paseos que se alargan en conversación… Montañas, jungla, pampa y desierto… Autores que bordean sus libros como costas oceánicas y escritores que tejen sus obras como hierbas que reptan las bibliotecas, poetas que dibujan nubes con sus versos y que llueven bugambilias o jacarandas para que el asfalto de todas las calles llore morados… Pero de entre todos los que leo, quiero afirmar en estas páginas que Magris es un río.

Claudio Magris es un río y la imagen se debe evidentemente a su libro El Danubio, y a la deuda de gratitud creciente y sincera que le guardo a esas páginas húmedas junto con no pocos miles de lectores que han navegado sobre sus párrafos en sus sucesivas ediciones y traducciones. Pero que Magris es un río es afirmación que va más allá de ese solo libro: refiere también la admirable transformación que ese autor le imprimió como tatuaje indeleble al género del ensayo, abriendo como exclusas entre océanos la atrevida compaginación de ese género con todos los demás. Hablo de que Magris ha sido de los almirantes en prosa que no tuvo ningún empacho ni problema en compaginar imaginación con memoria, fundiendo agua salada y dulce como una confluencia natural al filo del océano inmenso de la literatura. En su obra transpiran por igual eso que llaman Non-Fiction (necio afán por definir algo por lo que no es) y Literatura Pura. El resultado confirma el torrente. Estamos ante un río cuya geografía traza un mapa entrañable de Europa, al tiempo que es espejo fiel del rostro de un escritor. Rostro entre tantas caras, escritor de vocación inquebrantable entre tanto autor advenedizo, río legible entre tanto libro inadmisible que compran los incautos.

Debo a mi maestro Julián Meza el descubrimiento de El Danubio según Magris. Una aventura que lleva ya poco más de veinte años de lecturas y relecturas navegadas, a veces con la ayuda de remos como referencias de un paisaje ignoto y a veces con el sosiego de ir pegado a los márgenes, allí dónde uno va anotando sincronías y afinidades. Veinte o más años de ir sobre las aguas de unas páginas donde se combina la corriente invisible de la historia con el oleaje inmediato de la superficie; aquí la memoria de un edificio y sus inquilinos ya fantasmas y allá, en la página siguiente, la precisa descripción de un paisaje eterno; por allá las páginas que apuntan a lo intemporal y por aquí el guiño de lo trascendental aunque efímero. Un libro ensayo de novelas con cuentos donde el autor no niega alma poeta; un río de kilometraje largo que va cambiando de idioma como serpiente que cambia de piel. Un río de pasiones y desencuentros, viaje intemporal por el tiempo que todos sincronizan al leerlo. “Novela sumergida” en palabras del propio Magris, viajero que contagia el viaje por todo lo que fue, es, ha sido y será la civilización danubiana… mapa verbal de lo que el observador contempla y cartografía autobiográfica al mismo tiempo.

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