viernes, 24 de febrero de 2012

El periodismo en mi vida



Gilberto Soriano

Recuerdo que gran parte de mi infancia, sino es que toda, la dedique a la lectura. En lugar de jugar con los niños del vecindario, yo me recluía en el rincón más alejado de la casa: la biblioteca de mi abuela. En este pequeño pero abundante espacio, que constaba de no más de tres libreros repletos de libros y revistas (principalmente de literatura y poesía) y una cómoda mesita, aprendí todo lo que la vida, mis padres o mis primeros profesores jamás podrían enseñarme. Aprendí el valor y el gusto por la literatura.
            No obstante, los libros y las revistas no fueron mis únicos amigos de andanza. Entre los peldaños atiborrados de libros se asomaban las revistas de Proceso y mejor aún, en la mesita del pequeño cuarto siempre se podían encontrar La Jornada o El Universal. Sinceramente los periódicos y Proceso me causaban un gran dolor de cabeza. Eran pocas las ocasiones en las que podía decir: “vaya, entendí todo lo que está escrito en estos papeles”. Mis lecturas en estos textos periodísticos se limitaban a las noticias nacionales y de cultura, y claro a los cartones que de igual manera pocas veces entendía.
            Con el paso del tiempo valoré cada vez más los periódicos. Pasé de leer sólo las notas relacionadas con la cultura, en especial las que hablaban de libros o escritores, a la política y a la economía. Esto fue, si no más recuerdo, en mi adolescencia.
            Me incliné, por algunas razones, a leer más La Jornada y cada vez menos El Universal. Sin olvidar a Proceso. Aquí comenzó mi etapa selectiva. No sólo me volví más selecto en elegir mis lecturas tanto en la literatura como en el periodismo, sino también más quisquilloso. Dentro de los periódicos me inclinaba más por leer las columnas de opinión o los reportajes extensos que las simples notas. Cristina Pacheco, Grandos Chapa, Hugo Gutiérrez Vega, Oscar Gonzalez López, entre otros, fueron mis mejores amigos.
            Obviamente, yo desconocía por completo la teoría del periodismo. No sabía que era un género periodístico, sin embargo, los podía distinguir. De esta manera diferenciaba a los géneros periodísticos informativos: La nota la identificaba como el texto que contenía la noticia en su más puro estado, es decir,  sólo se limita a  describir los hechos informativos. La entrevista la definía como la conversación entre un periodista y una persona, en la mayoría de los casos muy importante.
            Por otra parte, a los géneros de opinión sólo los identificaba por la manera en que los textos estaban redactados: En primera persona y con un estilo personal de cada periodista o escritor que iba desde la sátira hasta la forma más correcta del lenguaje.
            ¿Columna, editorial, artículo de opinión, cartón?  Sólo sabía que cada columna aparecía con regularidad, en una sección definida y con un nombre que las identificaba, así como la respectiva firma del escritor o periodista. En ese tiempo yo creía que los verdaderos periodistas eran los que tenían su propia columna en un periódico o en una revista.
            ¿Del editorial? siempre aparecía en La Jornada en las primeras hojas un texto con el título “Editorial” el cual abordaba la noticia más relevante del día o de la semana. En mi opinión, el editorial era la forma en que el periódico veía y argumentaba la noticia del momento.
La crónica y el reportaje siempre han sido para mí dos géneros muy aparte. Un híbrido entre la literatura y el periodismo. Sin lugar a dudas, eran y seguirán siendo los géneros más atractivos y divertidos para mí.
            Ahora con mis estudios de periodismo y mi poca experiencia como aprendiz en un medio impreso, me doy cuenta que desde pequeño conocí e identifiqué cada género periodístico. No a profundidad pero sí lo necesario. Con esto compruebo que el periodismo es un oficio que se tiene que talachear. Empezar desde lo más bajo y aprender de los grandes. Ya sea leyéndolos o practicando con ellos. Pero eso sí, siempre hay que trabajar.

            Conforme pasa el tiempo, la literatura y el periodismo me han acompañado a todas partes. Ellos dos me mostraron que mi verdadero camino no estaba en la ingeniería sino en el periodismo. Ahora con un cigarrillo en los labios, un vaso con café en la mano derecha y una grabadora en la izquierda me dirijo a cubrir el próximo evento que la revista me ha asignado.

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